Normalmente, cuando un alma cándida se arrima para hacernos una consulta financiera, lo que espera es que le descubramos el secreto de los huevos de oro, que nos saquemos de la chistera un producto con nombre pintón tipo swaps de divisas o, mejor todavía, turbowarrants para convertir nuestros sueldos de simples mortales en fortunas dignas de Onasis.

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